SUEÑOS
Introduce moldes en la
troqueladora como un autómata, mientras el encargado escenifica la rutina de
gritos y amenazas. Su concentración se limita a valorar si mereció la pena
cambiar la felicidad que disfrutaba con su familia por la miseria de un sueldo
sin contrato. Ochocientos euros por once horas diarias, seis días semanales,
doce meses al año. Hoy los sueños que lo empujaron a emigrar se esfumaron y
solo queda el que da el cansancio. Ese mismo sueño que hoy enganchará su mano
en la máquina. El que hará que su jefe lo abandone en la puerta del hospital.
Jopé, quiñe destino más durillo.
ResponderEliminarUn abrazo