RACIONANDO EL HAMBRE
Hace una semana volvieron a recogerlo moribundo del
banco donde suele dormir. Aunque esta vez no fue el aguacero, ni la ansiedad ni
el frío, tampoco el vino peleón. En el hospital además de cuidarle, han aseado
sus barbas a lo Valle-Inclán, limpiado esa roña que era como una segunda piel y
sobre todo le han quitado el hambre.
Ayer, al darle el alta, ha recibido
mil recomendaciones de los médicos para que cumpla las tres comidas diarias.
Él, resignado, ha prometido intentarlo. Hoy, ha dividido en tres partes el café
y el bollo que ha mendigado para desayunar.
Duro y real. Muy bueno.
ResponderEliminarUn abrazo