Mientras sirve las cervezas escucha alardear a algunos clientes sobre sus conquistas y soporta sus coqueteos de tercera división. En ocasiones se sincera y me cuenta lo cabrones que somos los tíos casados, porque en cuanto pasan unos años menospreciamos a nuestras mujeres y sólo queremos acostarnos con la primera que aparezca. Le cuento que no todos somos iguales, que ella aún es muy joven y no debe creerse todo lo que escucha. Ella calla, y absorta me sirve otro whisky. Yo continúo hojeando el periódico y apuro mi copa, ansioso por pedir otra y tenerla de nuevo cerca.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
jueves, 30 de octubre de 2014
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