Por suerte sigo de vacaciones, al igual que mi imaginación así que os dejo con un microrrelato que escribí hace un tiempo y que tenía olvidado por el ordenador. Eso sí, las 99 palabras no pueden faltar. Es lo que hay.
Sin perderla de vista ni un momento, con cara seria y ademán decidido, se acercó hacia ella con paso lento, pero seguro, ante la mirada expectante de una multitud que vociferaba como si estuviera poseída. Había llegado el momento. Al llegar a su altura comenzó el ritual que siempre seguía en estas ocasiones: la cogió, la acarició y le dijo unas palabras que solo ella pudo escuchar. Después de besarla con delicadeza la dejó en el suelo, la miró fijamente y la golpeó con todas sus fuerzas. Casi al instante un grito unánime de alegría retumbó por el estadio.