miércoles, 30 de enero de 2013

El mago Cándido

(La foto está tomada en El Retiro)

Conejos que desaparecen en chisteras; billetes que aumentan de valor al pasar por sus manos; cuerdas que se rompen, se juntan y vuelven a romperse; cuerpos que se desmiembran cuando el serrucho pasa por ellos; barajas que siempre muestran la carta que elegiste; palomas que surgen de la nada… La actuación de Cándido se ha convertido en el número estrella del espectáculo, pero aun así no puede evitar que las lágrimas se le escapen al terminar la función. Cada noche, cuando todo acaba, sufre al comprobar como su magia de nada sirve ante las piruetas de Brigitte, la trapecista.


martes, 22 de enero de 2013

Viuda en la India

(La foto está tomada de la red)

Rapada al cero, agazapada en su sari blanco, camina arrastrando los pies como si hasta por andar tuviera que pedir perdón. Lleva haciéndolo desde los ocho años, cuando la casaron con un hombre sesenta años mayor con el que vivió un infierno hasta que falleció. Desde entonces quedó estigmatizada y todos la evitan porque su sombra da mal fario. Sumida en la pobreza, y en duelo vitalicio, su cuerpo refleja el hambre que la corroe, y sus ojos el sufrimiento perpetuo. Cada noche reza para no despertar porque ya no tiene sueños; una mujer india no puede ser feliz.


jueves, 10 de enero de 2013

El maestro


(La foto está tomada del periódico "El País")

Aunque tenía veinticinco años en su pelo abundaban las canas provocadas por una mezcla de dolor, hambre y desesperación. Llevaba solo dos meses en la cárcel pero ya había comprendido que a pesar de lo que dijeran los noticieros, la guerra no había terminado. Nunca había disparado a nadie, ni había delatado a sus adversarios; su delito fue intentar enseñar algo más que rezos e himnos patrióticos. Dicen que una noche se lo llevaron y que nunca más se supo de él, pero es mentira. Aún hoy sus palabras y sus versos siguen retumbando por las callejuelas del pueblo.


viernes, 4 de enero de 2013

Bajo tierra

(La foto está tomada de la red)

Siempre que hay tormenta, busca refugio en el metro. Al entrar no puede evitar que el ruido de los truenos le recuerde al de los bombardeos que durante la guerra asolaban la ciudad, y los andenes eran el único refugio seguro. Hoy ya no hay bombas, pero las estaciones siguen sirviendo de cobijo a algunos para dormir, a otros para solicitar ayuda para su mujer enferma o para su recién nacido. Hoy esos vagones, que entonces iban al Cementerio del Este abarrotados de cadáveres, transportan a muertos en vida que viven para trabajar o mueren por no poder hacerlo.


Los otros caminos

Esta es mi segunda propuesta para el concurso de Zenda  #HistoriasdelCamino Los otros caminos Cuando reservé el autobús para ir hasta Vilalb...