Si las vecinas le preguntan qué le pasó, él se
regodea contando que entregó sus brazos a un león africano, ansioso por devorarlo,
como pago para escapar vivo. Entre sus compañeros de letras asegura habérselos
dado al mequetrefe que plagia sus obras para que así pueda firmarlas con sus
propias manos. En las tertulias del café teatraliza aún más e inventa a diario
decenas de historias disparatadas. En realidad nadie sabe qué le ha pasado y él
prefiere olvidar pero por la noche, en la soledad de la pensión, llora
desconsolado. Desearía recordar qué se siente cuando se abraza a alguien.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
sábado, 3 de abril de 2021
Los abrazos del poeta (Día 93)
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Bueno, hay abrazos muy peligrosos.
ResponderEliminarUn abrazo