Tras décadas de tiranía el dictador falleció. La muerte, fiel aliada en su aniquilación sistemática de adversarios, esta vez se volvió contra él.
Fue directo al cielo, tantas oraciones al fin sirvieron, pero en la entrada un pitido le impidió pasar. Depositó allí su pistola: “piiiiii”. Se quitó el reloj de oro y las demás joyas: “piiiiii”. Sacó las monedas, y hasta los billetes: “piiiiii”. Se despojó de todo lo metálico: “piiiiii”, después de todo lo demás, se desnudó e hizo un último intento: “piiiiii”. Entonces dio medio vuelta y se encaminó al infierno, nunca conseguiría arrancarse el corazón.
NOTA.- Este microrrelato ha quedado en 5ª posición en el Concurso de Microrrelatos organizado por El Microrrelatista