Aunque era la noche de Reyes no deseaba regalos como el que tenía entre sus manos. Lo miró con desdén durante unos segundos, lo envolvió, salió a la calle y lo depositó en el primer contenedor que encontró. Luego se acostó hasta que el timbre interrumpió su sueño. Fue la última vez que pudo dormir varias horas seguidas. Desde entonces la pena y los remordimientos eternizan sus días en prisión.
A pocos kilómetros otra mujer disfruta de su vigilia. Y es que para ella nada hay más placentero que pasar la noche en vela cuidando de su recién llegado.
A pocos kilómetros otra mujer disfruta de su vigilia. Y es que para ella nada hay más placentero que pasar la noche en vela cuidando de su recién llegado.