LA ÚLTIMA COPA
Desde
que dejó de vender alcohol, solo despacha algún café y unos pocos refrescos. Y
mientras que los otros bares mantienen como clientela a los chavales del
pueblo, él se plantea echar el cierre. No le importa. Hoy puede leer el
periódico, o sintonizar la radio local, sin temblar cada vez que ocurre un
accidente. Serán otros quienes carguen con la culpa del próximo muerto. Él se
conformará con echar una cabezada antes de que las pesadillas regresen para
traerle a aquellos tres muchachos que piden la penúltima copa. Y volverá a
desvelarse al imaginar cómo el coche sigue recto al tomar la primera curva del
puerto.
Imposible de no culparse de esas muertes. Bien hilado.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy buen microrrelato. Enhorabuena.
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