Tomó la maleta más voluminosa que tenía y fue escudriñando entre lo que almacenaba en el trastero de su mente. Guardó reproches paternos, desplantes de sus hermanos y desprecios de sus íntimos. Después arrojó las mentiras y traiciones que durante años tuvo que soportar de Javier. Y haciendo un esfuerzo remetió al fondo todos los consejos de aquella amiga que después se fue con él. Cerró a presión y la abandonó junto a los contenedores. Horas después, al ver la maleta desvalijada, ha recordado el refrán favorito de su abuela: "de la vaca flaca, la lengua y la pata".
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
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Excelente manera de dejar atrás las lacras de los reproches y malos ratos. Ese refrán no lo había escuchado. Tiene su miga
ResponderEliminarUn abrazo
Necesito unas cinco o seis maletas como esas, y pronto.
ResponderEliminarSaludos,
J.