Cada mañana, al levantarse, se dirige a su despacho y abre el cajón donde se acumulan decenas de pagarés que ya jamás cobrará. Junto a ellos se apolillan los planos de urbanizaciones, polideportivos y edificios, todos con su rúbrica, que o se quedaron a medias o nunca pudo comenzar.
Regresa al dormitorio y la ve dormir. Entonces piensa en su relación, legalizada por papeles y firmas, ratificada por “en la salud y en la enfermedad”, “hasta que la muerte os separe” y un solemne “sí quiero”. Después sale al patio y teclea en el móvil el teléfono de Alicia.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
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Una historia amarga. Lo que pasa que yo esta no la veo cerrada en 99 palabras. Me deja sabor de fragmento de algo.
ResponderEliminarSalud.
Una muy buena historia. Yo creo que sí está cerrada y no necesita más. Me encantó. Un saludo
ResponderEliminarEl resto ya lo rellena la imaginación, aunque no esté cerrada se sabe de que va. Paz.
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