Durante estos días de vacaciones aprovecho para rescatar algunos de mis microrrelatos más antiguos. Llevaban muchos tiempo olvidados por el ordenador porque no me acababan de convencer, pero creo que el verano es buen momento para traerlos hasta aquí.
Al entrar en el vagón todo es silencio e indiferencia. A esas horas de la mañana la gente que acude a trabajar, prefiere dormir y olvidarse de todo lo que les rodea. Él lo sabe y lo prefiere, está harto de que le miren por encima del hombro solo por ser blanco. Se acomoda cerca de la salida y cuando el tren llega a su parada abandona el vagón. Al bajar escucha un grito a su espalda: “¡Toma blanquito, ¿dónde vas?!” pero no se inmuta. Minutos después el vagón se convierte en un amasijo de gritos, destrucción y terror.
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