Sigo el mes de agosto con el último de mis microrrelatos antiguos.
Otro más desechado durante todos estos años.
Ahora que malcome cinco veces diarias rememora aquellos días de hambre y calamidades. Tumbado en el camastro de la celda recuerda cómo siendo un niño calmaba sus tripas con mondas de patatas. Jamás olvidará la noche que, desesperado, decidió colarse en el cortijo del señorito. Cuando fue descubierto, don Luis le volcó encima un cántaro de leche y le encerró en la pocilga. No recuerda más, solo que días después le detuvo la guardia civil.
Hoy acaricia los huecos triangulares por los que desde entonces respira, y saborea que pronto regresará al pueblo. Él sí podrá continuar su vida.
Pues me encanta. Esconde perfectamente el desenlace hasta el último momento.
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