Tumbada en la cama escucha cómo los sollozos interminables de su vecina, recordando a sus hijos muertos en el frente, se confunden con el rugido de sus tripas, como tuberías llenas de aire. Hasta hace poco también oía maullar a su gata, pero ya no la siente por casa. Aunque cree que lleva escuchando los mismos sonidos durante días, debe estar equivocada porque su habitación continúa a oscuras. El hambre la corroe y por enésima vez le grita a su madre si ya puede levantarse. Mamá siempre responde lo mismo: “duerme un poco más hija, aún es de noche”.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
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Miguel, cuánta soledad transmite este microrrelato, donde cada elemento parece colocado para crear esa sensación. Las guerras deben provocar algo muy similar a lo que narras.
ResponderEliminarUn buen microrrelato.
Abrazos.
Tremendo, por lo real que lo transmites. Recuerdos que me llevan a mi niñez, no de hambre, pero sí de escasez.
ResponderEliminarMuy tuyo, ternura descarnada.
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