Cada vez que cierra el arcón rememora aquella infancia reducida a malcomer, dormir en posición fetal y hacer sus necesidades encerrado entre cuatro paredes. Jamás olvidará aquel olor a madera vieja, la oscuridad y el sonido amortiguado de la vida allá afuera, donde esperaban los monstruos. Cuando salía, entumecido y cegado, le retumbaban los gritos roncos de su madrastra, acompañados por las risas de aquellos bastardos, que al menos nunca le llamaron hermano. Esa agonía deja marcas eternas, pero aprendió a ser fuerte. Por eso jamás escucha las súplicas de los niños del barrio cuando les echa el cerrojo.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Los otros caminos
Esta es mi segunda propuesta para el concurso de Zenda #HistoriasdelCamino Los otros caminos Cuando reservé el autobús para ir hasta Vilalb...
-
Esta entrada es mi propuesta para el reto de noviembre de Esta noche te cuento . Esta vez se trataba de inventar una palabra y yo he tom...
Las circunstancias le hicieron duro, fuerte, como para no escuchar las súplicas de los niños del barrio cuando les echa el cerrojo..
ResponderEliminarMuy bien cerrado este micro.
Un saludo indio
Mitakuye oyasin
Uf..durísimo testimonio de un pasado que regurgita dolor en ele presente. Yo tampoco dejaría que nadie abriera el arcón de las pesadillas sin digerir. La diferencia es que no dejaría que ningún vecinito pudiera ni asomarse al abismo de la caja.
ResponderEliminarCreando monstruos. Me gusta.
ResponderEliminar