Entró en mi oficina y de improviso me soltó que era muy desgraciada. Me dijo que acababan de despedirla; que llevaba separada años, pero su marido seguía abonándole la pensión; que acababan de exigirle el abono, con intereses, de un recibo por retrasarse dos días en pagar; que yo le parecía honrado… Supuse que se había equivocado de despacho, pero la escuché, sin interrumpirla, esperando a que acabara para retomar mis asuntos. Minutos después suspiró aliviada, me estampó dos besos, un apretón de manos y emocionada me agradeció el haberla escuchado. Tras cerrarse la puerta, decidí acabar el autodefinido.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
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Era una buena decisión, porque ella no sabía que el despacho que buscaba, estaba dos puertas más allá. Sin gafas ni lentillas, se había aventurado a charlar con su amiga Manuela, del Ministerio de las ocupaciones perpetuas:-)
ResponderEliminarUn cordial saludo...que acabo el crucigrama y me largo a casa.
A veces sólo se necesita desahogarse, da igual con quién. Me alegra ver que estás de vuelta.
ResponderEliminarAlbada2, Miguel Ángel, la historia en un porcentaje bastante alto está basada en algo que me sucedió a mí hace algún tiempo. Yo era el del autodefinido, aunque esa ha sido una de las pocas licencias que me he tomado al escribirla.
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