Mientras sirve las cervezas escucha alardear a algunos clientes sobre sus conquistas y soporta sus coqueteos de tercera división. En ocasiones se sincera y me cuenta lo cabrones que somos los tíos casados, porque en cuanto pasan unos años menospreciamos a nuestras mujeres y sólo queremos acostarnos con la primera que aparezca. Le cuento que no todos somos iguales, que ella aún es muy joven y no debe creerse todo lo que escucha. Ella calla, y absorta me sirve otro whisky. Yo continúo hojeando el periódico y apuro mi copa, ansioso por pedir otra y tenerla de nuevo cerca.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
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Bah, todos sois iguales XDDD
ResponderEliminarMe has recordado a cuando era joven y camarera...
Abrazo
En la barra de un bar se explican las verdaderas vidas. Y suelen se los oídos de esas muchachas las que acaban sabiendo las verdades del alma humana.
ResponderEliminarBuen post. Un cordial saludo.
Me recordó a Café Quijano "La única verdad... es que todo es mentira".
ResponderEliminarEs cuestión de estrategias, y este tipo la tiene mucho mejor.
Un gusto leerte de nuevo.
Las barras de bar dan mucho de sí, son lugares que me inspiran mucho, simplemente con echar una ojeada a los parroquianos puedes sacar varias historias que contar.
ResponderEliminarBesos de gofio y no te hagas esperar tanto.