La foto está tomada en Hendaya |
Mientras surgen nuevas ideas voy echando mano de historias que tenía aparcadas por el ordenador.
El líder que sabe qué decir, cómo y cuándo; la arrogancia juvenil, el apoyo enfervorecido de las masas, el amor a una bandera, el sentimiento de creerse superior.
El enemigo.
Otros líderes, otras banderas, la misma agitación jovial, idéntico orgullo. La disputa que confronta egos con gritos, llantos y sangre. La muerte que acompaña a cualquier guerra.
Chapas, en forma de medallas, engarzadas a trapos de colores que cubren ataúdes. Acuerdos ficticios, negocios empresariales, puros, copas; la paz. Su dinero en paraísos fiscales, las tertulias repletas de expresiones huecas que recuerdan a aquellos jóvenes que murieron defendiendo sus ideas.
Otros líderes, otras banderas, la misma agitación jovial, idéntico orgullo. La disputa que confronta egos con gritos, llantos y sangre. La muerte que acompaña a cualquier guerra.
Chapas, en forma de medallas, engarzadas a trapos de colores que cubren ataúdes. Acuerdos ficticios, negocios empresariales, puros, copas; la paz. Su dinero en paraísos fiscales, las tertulias repletas de expresiones huecas que recuerdan a aquellos jóvenes que murieron defendiendo sus ideas.
Muy triste y atemporal . Las guerras siempre las pierde el pueblo. Los gobernantes se arropan en banderas, trapos por los que dejarse matar o por los que querer matar. Es una barbaridad.
ResponderEliminarBuen post. Un abrazo
Hola, Miguel. Me parece que este texto es intemporal como dice el comentario de arriba. Da igual cuando te decidas publicarlo, parece que siempre estará mostrando la sociedad del momento. Saludos!
ResponderEliminarEl horror sería descubrir que la guerra en verdad sirve para algo válido.
ResponderEliminarSaludos,
J.