Mis padres se empeñan en preguntarme por qué me he vuelto tan seco y distante. La perra me interroga con ojos aterrados mientras, acurrucada en un rincón, asimila mis últimas patadas. Mis hijos quieren saber por qué en vez de jugar con ellos ahora solo chillo y doy portazos. Mi amante, el último capricho, no comprende por qué mi libido se arrastra por su apartamento y allí solo se levanta mi voz. Mi mujer se cuestiona qué hace conmigo si jamás la beso, ni la toco, y apenas la hablo. Yo querría tener respuestas pero solo me quedan preguntas.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
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