Esa mañana el jolgorio en la puerta del juzgado superaba al habitual. Los amigos de Ndiaye, ataviados con sus mejores galas, reían y cantaban esperando impacientes su llegada. No les importó que no acudiese ningún familiar de Carmen, ni tan siquiera les molestó la frialdad de la pareja al llegar al juzgado. Hoy era el día y había que celebrarlo. Finalizados los trámites la pareja salió a la calle agarrada de la mano, pero sólo un instante después se separaron. Fue la última vez que se vieron, desde entonces ella es algo menos pobre y él mucho más libre.
Quizás algunos ya conozcáis la historia, y es que la publiqué ayer en el nuevo poryecto que ha iniciado Torcuato. Os dejo el enlace al blog para el que aún no lo conozca.
ResponderEliminarhttp://elmicrorrelatista.blogspot.com/
Saludos, y enhorabuena a Torcuato por su interesantísima iniciativa
Pues voy a visitarlo.
ResponderEliminarSaludos
algunos d nuestros retrógradas formalismos sociales q llevan a 2 personas a "unirse en matrimonio" sólo para q alguno de ellos pueda ser ciudadano con derechos.
ResponderEliminarcomo si no bastara ser humano.
buen relato!
Silbo la vuvuzela, no sé si por ella o por él. (11 palabras)
ResponderEliminarSalu2.
Médico del Alma yo no lo podría haber dicho mejor. Toda la razón del mundo.
ResponderEliminarDyhego, dejemos la vuvuzela para otro mundo, que se me sale ya, jaja.
Todo tiene un precio. Es bien triste. La pena es que tengamos que llamar euro al amor.
ResponderEliminarBlogsaludos
Esta entrada la publiqué también en El Microrrelatista.
ResponderEliminarOs dejo el enlace por si queréis ver los comentarios que allí se dejaron
http://elmicrorrelatista.blogspot.com/2010/06/enlaces.html