Este microrrelato ha sido seleccionado para el número de abril de la revista Cuentos para el Andén.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
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Brillante, Miguel. Un relato en el que el hambre termina devorando cualquier arte. ¡Enhorabuena!
ResponderEliminarExcelente. Al final del hambre, hasta las palabras escritas, las manzanas pintadas serán nuestro alimento, cuando los gobernantes se empeña en no gobernar, sino en medrar
ResponderEliminarUn abrazo
"Cuando hay hambre no han pan duro"
ResponderEliminarMuchos lingüistas estarían de acuerdo en que lo que da entidad a la comida es la palabra comida y no la comida real. Así que si escribiéramos esa palabra y luego nos la tragaríamos, estaríamos en verdad llenándonos el estómago.
Eso sí, el papel no siempre calma el hambre.
Saludos,
J.