Como no sé si me entendió algo o no, os dejo para que podáis leerlo ahora tranquilamente, el micro que leí en la quedada de la que ya he hablado en la entrada anterior.
Aunque trabajan a pocos metros nunca han cruzado palabra. Un mundo las separa. Pilar, dueña de una boutique, siempre viste de marca, y cualquiera de sus complementos conlleva un nombre con muchos ceros. En el caso de María hablar de trabajo parece ofensivo. Ataviada con vestido azul, pañuelo rojo y deportivas, mendiga ayuda.
Desde que el lunes Pilar reparó en María vive mortificada. Ayer, intentando calmar su conciencia se acercó, le entregó una bolsa y, sin intercambiar palabra, se marchó.
Hoy cada vez que Pilar ve a María con su nuevo pañuelo azul sonríe orgullosa ¡Ahora sí va conjuntada!
Desde que el lunes Pilar reparó en María vive mortificada. Ayer, intentando calmar su conciencia se acercó, le entregó una bolsa y, sin intercambiar palabra, se marchó.
Hoy cada vez que Pilar ve a María con su nuevo pañuelo azul sonríe orgullosa ¡Ahora sí va conjuntada!
Un buen micro que entendimos perfectamente bien y disfrutamos también ahora.
ResponderEliminarUn saludo, Luisa.
Muy bueno, cada uno alivia su conciencia según su escala de valores, claro está. Un abrazo.
ResponderEliminarEs mejor ser solidario con gente a miles de Kilómetros, lo puedes decir muy alto y quedar muy bien...
ResponderEliminarPedazo de micro, Miguel, entendimos, entendimos, y eso que yo, con las fotos, me despisté bastante, pero ese final contundente despertaba la atención por dispersa que estuviera. Muy tuyo ;). (Eso es un piropo).
ResponderEliminarBesos.
Luisa me alegro que te guste. Decía eso en la introducción porque yo hubo algunos micros que no los pude captar del todo. Un placer haber podido charlar contigo.
ResponderEliminarMaite la escala de valores de cada uno es un mundo.
Temujin está claro que una cosa es decir las cosas y otra hacerlas. Sin duda.
Saludos para los tres
Una cosita más, el título es genial.
ResponderEliminarSí, el título es congojudo.
ResponderEliminarYo si te entendí, aunque cree que miraban al del bigote, te miraba a ti. Por cierto, luego me enteré por Sara que nuestras hijas se llaman igual (me refiero a una de ellas)
Un placer
Elisa es normal que con todo ese jaleo no se captara todo lo que allí se conto. A mí me pasó. Gracias por lo del título. Besos con sabor al puesto de los monos.
ResponderEliminardepropio venga va, confieso la verdad: el del bigote era mi padre...
Bueno, tú sabes que no tengo ni idea quién era el tío del bigote pero hay que reconocerle que el tío le puso interés de principio a fin. En cuanto a lo de las hijas ya hablamos que tenían edades bastante parecidas y después me contó Sara lo de los nombres. El mundo es un pañuelo.
Un abrazo.
Estoy segura que estas cosas suceden en la realidad más veces de lo que pensamos.
ResponderEliminarComo siempre, nos traes de golpe y porrazo a esa realidad urbana que a veces ni nos paramos a pensar que existe.
Besos
Al final cada uno sólo ve si falta lo que considera importante, en el fondo me da pena la pobre, pero también la señora de la boutique.
ResponderEliminarSu yo también estoy seguro de ello. Lo tenemos ahí delante pero pasamos de largo. Besos.
ResponderEliminarhm tanta pena da una como otra. Realmente cada una tiene lo suyo. Un abrazo.
Meniño... te superas eh?
ResponderEliminarBicos muy merecidos por dejarme recrearme en tus micros.
¡Qué bueno, Miguel! De qué forma tan "elegante" eres capaz de transmitir la hipocresía revestida de solidaridad. Ahora, gracias a las fotos, ya te pongo cara. Encantado de reconocerte. Un abrazo.
ResponderEliminarCarmela se hace lo que se puede porque cada vez tengo menos tiempo de preparar historias, y de hecho se nota en la periodicidad.
ResponderEliminarPedro Alonso la hipocresía con la que vivimos todos los días y de la que casi nadie se escapa, incluido yo. Sí lo de las fotos veo que están apareciendo por todos los sitios. No es que me guste mucho pero tampoco me importa.
Saludos para los dos
Se te entendió, Miguel, pero el tenerlo por escrito permite redescubrirlo. Es un gran micro. Un placer conocerte a tí y a tus 99 palabras.
ResponderEliminarSí se entendió Miguel, pero es mucho mejor poder releerlo. Es genial, irónico y triste.
ResponderEliminarMuchos besos
Me ha encantado Miguel, triste pero cierto
ResponderEliminarUn saludo,
enmalestado gracias. Ya he descaqrgado el vídeo y me he dado cuenta de que os metí una charla del copón. Un placer haberte conodicod a ti también (y al culo de la Yoli). Un abrazo Pablo.
ResponderEliminarRocío irónico y triste son dos palabras que definen perfectamente el micro. Besos para ti también. La próxima en el norte, ¿hecho? Besos
Javier Domingo triste pero supongo que real. No me extrañaría en absoluto que haya sucedido tal cual. Un saludo
Oye, que yo creí que te había comentado ya!!!
ResponderEliminarMiguel, realmente lo que te caracteriza no es contar palabras sino contar lo que ocurre en la calle, lo que no vemos y tenemos ahí.
Me quito el sombrero, y por cierto, yo creo que el del bigote es un habitual de la librería y se enteró de que había jaleillo y vino el primero. También me levanto el sombrero ante él.
Abrazos
Ja, ja, vamos a tener que hacerle un homenaje al del sombrero y el bigote. ¿Qué tal un monográfico de micros?
ResponderEliminarAnita se agradecen tus palabras. Lo de contar las palabras ya dije que era una cabezonería que no sé hasta cuando durará. Espero que al menos esa manía te sirva para que pases un buen rato según vayas leyendo los microrrelatos de mi libro.
ResponderEliminarElisa, Anita el de gafas y bigote se está convirtiendo ya en todo un clásico. Yo lo tenía al lado y os aseguro que el tío estaba completamente entregado a la causa. Tenía tanto interés en lo que allí se cocía como los demás.
Besos en la distancia para las dos