La joven sirvienta de la calle de la Bolsa caminaba pausadamente por Mayor. Al llegar al cruce con Bailén giró y vio aquella inmensa mole de hierros esperando su decisión.
Se acabaron las broncas de los señores; su novio del alma, aquel que le prometió amor eterno, ya podía disfrutar de la otra sin temor alguno. Avanzó unos pasos más y se asomó. Observó los interminables tejados de ese Madrid que no supo quererla y comprendió que no había marcha atrás, por una vez sería aquí la primera en algo.
Un segundo después se sintió libre como un pájaro.
NOTA.- Si no eres de Madrid es posible que no entiendas esta historia por lo que te dejo este enlace a mi otro blog por si te ayuda en algo.
Puente cubierto de cristales para evitar precisamente lo que Miguel cuenta.
ResponderEliminarUna pena, por otra parte, porque el puente desde el puente y con los cristales pierde parte de su fuerza, de su belleza.
Un abrazo.
Lo que pasa Luisa es que es un relato de época, no de ahora, y por eso la sirvienta pudo tirarse libre como un pájaro y no enjaulada como sería hoy día.
ResponderEliminarUn abrazo Miguel, tiene mucha ternura, pese a todo
Luisa, Anita pues parece que lo de los cristales ha funcionado. Hace bastante tiempo que no se escucha ninguna noticia desagradable sobre el Viaducto.
ResponderEliminarSaludos
Ahora, se buscan otros metodos. Si no has acabado de pagar la hipoteca no te dejan suicidarte.
ResponderEliminarTemujin siempre poniendo el dedo en la llaga. Con la hipoteca te tienen cogido de allí mismo para los restos.
ResponderEliminarSaludos