Por quinto día consecutivo fue a ver la película dispuesta a llorar de nuevo. Esperanza ansiaba un amor como aquel y no entendía por qué al final una bala perdida dejaba al protagonista agonizando en brazos de su amada. Y como las lágrimas de aquella mujer eran como suyas, a diario volvía esperando el milagro. Hasta que aquel martes, cuando ya preparaba su arsenal de pañuelos de papel, el galán sobrevivió. La película continuó y vio cómo la heroína, harta de infidelidades y vejaciones, se suicidaba. Al aparecer el nuevo “The End” maldijo para siempre la magia del cine.
P.D. La foto está tomada en la calle Conde de Romanones, junto a Concepción Jerónima
¡Que alegría volver a leerte, Miguel!
ResponderEliminarEsta pieza que se completa magistralmente con su título, me lleva a pensar en los deseos errados y en sus consecuencias.
Excelente.
Un abrazo y bienvenido.
A veces los deseos no salen como uno quiere.
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Muy bueno, Miguel. La prota se hacía su propia película, ya lo creo. La foto, un hallazgo. ¿Es un mural? Saludos van
ResponderEliminarA veces los deseos... en este caso no dió resultado.
ResponderEliminarBesitos
Es que los deseos hay que imaginarlos con pelos y señales, por si acaso se cumplen.
ResponderEliminarPobre Esperanza, menudo chasco. Cada uno se imagina lo que quiere ver.
ResponderEliminarSaludos.