Le vio sentarse frente a ella y supo que era él. Observó sus labios carnosos y la boca se le hizo agua. Imaginó sus manos, grandes y fuertes, recorriendo cada milímetro de su piel. Las noches de insomnio encontrarían cobijo en su pecho, y sus ojos sensuales verían corretear a sus futuros hijos. Iba recorriendo sus piernas robustas y fue al llegar a los pies cuando el pitido de apertura de puertas unido a la visión de aquellos calcetines blancos rompió el hechizo. Se bajó con una sonrisa, segura de que el siguiente metro traería a su hombre perfecto.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
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Si sigue buscando al perfecto va a pasar mucha hambre.
ResponderEliminarUn pelín inmadura me está resultando la protagonista, sea porque es una adolescente o porque ya se ha quedado así.
ResponderEliminarEsa chica no tiene ojos para ver más allá de un guión rancio de la vida. ¡Dale caña, que espabile, que los calcetines blancos son de algodón!
ResponderEliminarUn abrazo Miguel
Así le resultará imposible encontrar pareja...
ResponderEliminarMuy apropiado ese graffiti: yo no busco, yo en encuentro...
Un abrazo, Miguel.
Mal asunto tener que buscar el amor a salto de mata. El fracaso está servido.
ResponderEliminarUn abrazo.
Viendo la homogeneidad de los comentarios recogidos hasta ahora, sospecho que el micro ha conseguido lo que -especulo- te proponías, Miguel.
ResponderEliminarNo cabe duda de que apunta a la sensibilidad allí donde duele, en la superficialidad de los sentimientos.
Gran trabajo.
Un abrazo
Supongo que es tan exigente y tan detallista porque tiene la seguridad de que encontrará a ese hombre adecuado. En fin, una optimista.
ResponderEliminarBesitos