Antes de marcharse al trabajo se duchaba, se afeitaba, eliminaba los pelos que le nacían en las orejas, se cortaba las uñas y se las limaba. Era necesaria una pulcritud extrema para rendir al máximo. A continuación se ponía su ropa más elegante, se echaba fijador, se hacía la raya al lado derecho y por último se masajeaba las manos. Al llegar a su puesto se enfundaba un sayo negro que le tapaba hasta los pies, y un capuchón, con dos agujeros a la altura de los ojos, del mismo color. Después tomaba el hacha y comenzaba la faena.
P.D. La foto no es mía, está tomada de la red.
Cachis! yo que me había imaginado que era un costalero de Semana Santa...
ResponderEliminarMe gustó leerlo.
Un beso
Pues iba yo por el Ku Klux Klan, pero no quedó lejos. Bueno, bueno, en su terrible ironía.
ResponderEliminarPues a mí ...me habías despistado y creí que era un político dispuesto a sacar las tijeras. Aunque bueno, pensándolo bien ¿quién dijo que no lo era?...de la tijera al hacha, sólo hay una cuestión de tamaño.
ResponderEliminarBesos airosos.
Hay mucho profesional por ahí fuera sí. Se preparan a conciencia, aunque parezca que no tengan.
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Ufff que escalofrío!!!
ResponderEliminarBesos desde el aire
La imagen lo es todo.
ResponderEliminarNo cabe duda que este señor es un empleado eficiente como lo fue Adolf Eichmann.
ResponderEliminarSaludos
BUENÍSIMO, Miguel. Has escrito, para mi gusto, un micro de antología. La pulcritud ante todo, sí señor. Y se mata, pero limpiamente, y con las cosas como han de ser, di que sí. Felicidades.
ResponderEliminarUn abrazo.
Volver de vacaciones y ver que los que han continuado tecleando lo hacen así de bien, da un regustillo de envidia malvada de la leche!!!
ResponderEliminarMuy bueno, Miguel!
Besos!
Muy bueno, todo ironía pero al fin y al cabo su profesión no está reñida con la higiene ¿no?
ResponderEliminarBesitos
Caí en la misma trampa que Paloma.
ResponderEliminarQué bueno eres cuando eres malo