Al comenzar sus charlas un silencio expectante se impone a su alrededor, pero unos segundos después aparecen las primeras sonrisas burlonas. Quizás no le ayude mucho ese traje raído, que le queda dos tallas grande, ni sus barbas a lo Valle-Inclán. Cuando termina su perorata ya nadie aplaude ni le aguardan para que les amplíe detalles sobre lo contado. Se esfumaron aquellos años en los que sus alumnos se peleaban por estar en primera fila para escucharle. Hoy tumbado en un banco de la plaza, apura un cartón de vino esperando a que la inspiración le asalte de nuevo.
Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
martes, 5 de junio de 2012
El orador
Al comenzar sus charlas un silencio expectante se impone a su alrededor, pero unos segundos después aparecen las primeras sonrisas burlonas. Quizás no le ayude mucho ese traje raído, que le queda dos tallas grande, ni sus barbas a lo Valle-Inclán. Cuando termina su perorata ya nadie aplaude ni le aguardan para que les amplíe detalles sobre lo contado. Se esfumaron aquellos años en los que sus alumnos se peleaban por estar en primera fila para escucharle. Hoy tumbado en un banco de la plaza, apura un cartón de vino esperando a que la inspiración le asalte de nuevo.
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ResponderEliminarBesicos
¡Cuánto tiempo sin verte, sin leerte!
Un micro duro, Miguel, con un fondo de gran crudeza.
ResponderEliminarEs fantástico cómo logras describirnos la caída de una vida con tus noventa y nueve palabras.
Un abrazo.
Es duro ver como una persona poco a poco, sin que ella se de cuenta, va cayendo en el alcohol y los efectos que esto le produce, de los que todos somos conscientes menos él.
ResponderEliminarHola Miguel, soy Fran Rubio. Soy un "ojeador habitual" de tu blog, aunque esta es la primera vez que comento. De tus micros poco puedo decir, hablan por sí solos. Me he tomado la libertad de dejar una cosa para tí en mi blog "Pequeñas tretas, pequeñas letras": http://pequenastretas.blogspot.com.es/
ResponderEliminarUn abrazo.
Un pozo que se esconde en el fondo de un vaso o de un tetra brik, un pozo del que no quieren salir...
ResponderEliminarDura imagen nos regalas hoy.
Besos desde el aire
Un retrato de primera fila para un profesor que se ve abocado a la calle, a las penurias del alcohol y a la indigencia. No puede haber nada más duro que vivir en soledad y sin respeto, cuando has conocido lo contrario.
ResponderEliminarUna escena durísima muy bien contada, Miguel.
Un abrazo.
Espero que no nos veamos así por falta de inspiración ;)
ResponderEliminarMuy bien, Miguel, tienes un estilo propio inagotable.
Abrazos
Miguel Ángel, aunque digan que la facha no es importante para comunicar, se demuestra muchas veces que sí. Uno puede ser el más sabio entre los sabios, que si no cuida otros aspectos no sirve de nada para transmitir su mensaje.
ResponderEliminarPor otro lado, muy bien reflejada esa pérdida de cordura del antiguo profesor.
Abrazos.
Muy duro, pero cada vez menos raro. ¿Cuál ha sido su historia? ¿Cuál el detonante para que hoy se encuentre en la calle, mendigando atención y algo más? Parece que la bebida le reconforta...
ResponderEliminarEs una verdadera pena recordar pasados tiempos mejores, y emularlos con sombras.
Muy bueno. Profundo.
Un abrazo.
Y es que ya parece que a las nuevas generaciones no les importa más que el alcohol y juerga de los fines de semana. Quizá tengamos mucha o un poco al menos de culpa todos nosotros.
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Cuando la realidad agarra la mano de la ficción y lo hace con tanta fuerza, el resultado es muy bueno.
ResponderEliminarUn beso
Miguel, buena historia, llena de imágenes y silencios. La vida es así, voluble, etérea. Y en estos tiempos que nos ha tocado vivir ya no existen seguridades, sólo caminos brumosos que se bifurcan una y otra vez. El azar, quizás la suerte, o simplemente la vida que nos lleva por túneles herrumbrosos que terminan su recorrido en el fondo de una vaso de vino.
ResponderEliminarUn abrazo
A lo mejor, gracias a tu estupendo relato, miremos con otros ojos.
ResponderEliminarUn beso
Muy bueno, Miguel. Duro pero quién puede decir que no sea real.
ResponderEliminarBesitos
El ocaso de los dioses.
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