Doce años juntos quizás era ya demasiado tiempo, y más cuando los últimos cinco estaban aderezados con continuas faltas de respeto. Gritos, peleas y amagos de separaciones eran el pan suyo de cada día y aunque la violencia física aún no se había instalado en su relación sabían que ya estaba invitada. Sin duda aquello era un camino sin retorno hacia el infierno pero ninguno de los dos quería apearse el primero. Hoy tan sólo les unía el amor hacia sus dos niños pequeños, por eso a nadie le extrañó cuando anunciaron alborozados que el tercero venía en camino.
