Desde que le abandonó, para mitigar la pena, se propuso desechar todo lo vinculado con ella. Decidió olvidar sus gustos musicales, sus películas favoritas y el vino de las ocasiones especiales. Arrancó del calendario aquellos días que antes celebraban juntos, y arrinconó el recuerdo de su perfume y de su tacto. Hace unos días se sorprendió porque ya no sabía cómo sonaba su voz, y anteanoche fue incapaz de visualizar su cara. Ayer, al despertarse, fue cuando se percató de que se había olvidado de él mismo. De la consulta médica de esta mañana solo recuerda la palabra Alzheimer.
P.D. Os dejo el enlace a la última entrada publicada en mi otro blog de microrrelatos: pincha aquí para leerla.
Un giro magistral.
ResponderEliminarUn final cruel para su triste historia.
ResponderEliminaruna historia triste pero real.
ResponderEliminarDe la diferencia entre querer olvidar y olvidar sin querer. Genial.
ResponderEliminarsaludillos
Vengo de tu otro blog y este también me gusta mucho. Un placer leerte, Miguel. Un saludo.
ResponderEliminar¡Excelente, Miguel! Suscribo, letra a letra, el comentario de Puck.
ResponderEliminarUn abrazo.