(La foto está tomada en El Retiro) |
Conejos que desaparecen en chisteras; billetes que aumentan de valor al pasar por sus manos; cuerdas que se rompen, se juntan y vuelven a romperse; cuerpos que se desmiembran cuando el serrucho pasa por ellos; barajas que siempre muestran la carta que elegiste; palomas que surgen de la nada… La actuación de Cándido se ha convertido en el número estrella del espectáculo, pero aun así no puede evitar que las lágrimas se le escapen al terminar la función. Cada noche, cuando todo acaba, sufre al comprobar como su magia de nada sirve ante las piruetas de Brigitte, la trapecista.
Un mago triste que hace disfrutar a los demás pero no puede conseguir su propia felicidad, ay, pobre.
ResponderEliminarMuy bueno Miguel. Saludos.
¡Buenísimo, Miguel! Mi abuelo diría que seguro que Brigitte le hace guiños al payaso, porque ellas siempre se van con quién las hace reír.
ResponderEliminarMe ha gustado esta pieza que -sin decirlo- nos habla del éxito, de la felicidad y nos lleva a cuestionárnoslo todo.
Un abrazo.
Miguel, me encanta como siempre tu manera de dibujar a esos personajes de la calle y espero, como Pedro, que se crucen algún guiño y quien sabe si alguna sonrisa
ResponderEliminarsaludillos
Las mujeres se saben todos los trucos.
ResponderEliminarCuántas paradojas tiene la vida, y la de este mago también tristemente. Muy mago pero...
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
Qué bonito... es una preciosidad!!!
ResponderEliminarUn abrazo, qué pruebe sin magia, con una sonrisa
Me enternece ver a Cándido tan concentrado en buscar con materiales diversos la savia del niño que habita en cada espectador. Y lo consigue.
ResponderEliminarLo que no llega a conseguir es el libro de instrucciones que no adjuntaba la caja de Magia Borrás de su infancia respecto a los trucos de una trapecista. Pero esas tienen materiales intangibles.
Un abrazo.