En el colegio el profesor fue incapaz de aprenderse su nombre. Trabajaba de funcionario en un despacho que no visitaba nadie y realizaba unas tareas que nunca supo para qué servían. No se casó, no tuvo hijos, ni amistades con las que amenizar sus muchos ratos libres. Un día decidió no declarar más a Hacienda; después dejó de pagar luz, agua, teléfono, gas,… No pasó nada. Una tarde su paciencia se desbordó, salió a la calle y soltó un grito desgarrador: “¡Estoy aquí!” Al instante escuchó un trueno. No pudo completar su sonrisa: un rayo le partió en dos.
P.D. En esta ocasión la fotografía que acompaña al microrrelato no es mía, está tomada de Internet.
Me gusta esta súplica. El ninguneo es uno de los mayores enemigos de la autoestima. Por lo menos a tu protagonista le salvó el rayo.
ResponderEliminarP.D.- Lo de Hacienda no es creíble. (jeje)Me sale como palabra clave: Esopo, pues eso
Reflejas una soledad absoluta. Que no le importes a nadie tiene que ser terrible.
ResponderEliminarBesos desde el aire
Al menos el rayo le dio el reconocimiento que quería... seguro que después de eso un montón de gente se agolpó a su alrededor.
ResponderEliminarAbrazos
PD: Miguel, no reconozco tu relato del concurso, se ha empeñado todo el mundo en imitarte ;)
Un relato tremendo y sin embargo irónico. Tal vez alguien se acordó del protagonista solo para desearle: "que le parta un rayo" La soledad es la definición de lo infinito.
ResponderEliminarCon pocas palabras consigues dibujar al ser que pasa sin pena ni gloria para terminar, de manera irónica, elegido entre todos. Me ha gustado como lo haces.
ResponderEliminarTiene lógica el relato.
ResponderEliminarEl hombre acumuló tanta carga negativa a lo largo de su vida, que la física solo cumplió con el objetivo de unir esa carga a las positivas de la nube.
Hay muchos de esos pararrayos ambulantes.
Muy buen micro, Miguel.
¡Saludos!
Joder vaya cenizo ¿no? jeje no sé por un lado me sacó una sonrisa para luego desembocar en una pena por el protagonista. Ayss
ResponderEliminarUn saludo indio
Mitakuye oyasin
¡Qué triste ser un don nadie! La soledad en grado superlativo.
ResponderEliminarDesgarrador micro, Miguel.
Un beso.
Bueno, mientras lo partía el rayo, por lo menos éste tuvo que estar pendiente de él. Muy bueno, Miguel. Entré para recordar las bases y... un gustazo.
ResponderEliminarSaludos.
Por fin alguien le escuchó...
ResponderEliminarTal vez la naturaleza que si le escuchaba quiso darle un toquecito, y se le fué la mano en el intento de saludarle.
Besitos mediterráneos.
Atroz desenlace de una vida tan anodina...
ResponderEliminarBesicos
Con todo lo del concurso llevo tiempo sin decir nada sobre vuestros comentarios, pero no me pierdo ni uno.
ResponderEliminarGracias por seguir aquí.
Besos para todos.
Bueno al final el rayo le hizo justicia, seguro que saldría en la noticias, seguro.
ResponderEliminarBesitos
Ah! pues no sabía que el resto de fotografías fueran tuyas. Desde ahora las miraré con más atención.
ResponderEliminarEsta historia me recuerda un poco a la del funcionario alemán del fin de semana : no sé cuántos años sin hacer nada, y nadie se hubiese dado cuenta si no lo hubiese contado por carta. Ja,ja, a tu pobre prota lo parte un rayo.
Me ha gustado Miguel, recibe un abrazo.
Así acaba la mayoría, siendo un número incorporeo en varias estadísticas.
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