Durante los primeros diez años en este blog todas las historias que fui publicando estaban contadas en 99 palabras. Ahora cada una de las historias toma su propia extensión.
lunes, 31 de mayo de 2010
lunes, 24 de mayo de 2010
Desamores
Cualquier día explotará y cortará con esta mierda de vida. Ya no soporta más babas por la cara, no quiere seguir haciéndolo sin preservativo, y cada vez odia más ese nauseabundo olor a sudor, orines y perfume barato. Tumbada en la cama recibe las embestidas deseando terminar cuanto antes. En eso él también está de acuerdo así que en dos minutos todo ha acabado. Tras derramarse sobre ella le dice con desprecio: “Puedes largarte, he tenido suficiente”. Deseosa de perderle de vista cuanto antes se malviste corriendo, pero antes de salir se vuelve y dice: “En diez minutos cenamos”

lunes, 17 de mayo de 2010
La Cuerda de Dios
La mujer de la foto sonreía, y sin embargo su aspecto no podía ser más desolador. Fracturas, sangre y moretones se repartían equitativamente por su anatomía, y pese a ello una mueca alegre se dibujaba en su rostro. Llevaba años soportando aquel infierno, y aunque esta vez casi engrosa la lista de mujeres muertas a manos de sus parejas, era feliz.
lunes, 10 de mayo de 2010
El cinéfilo
Pasaba horas y horas en aquel viejo cine. Daba igual si ese día tocaba estreno, sesión doble, continua o golfa, él amortizaba más que de sobra el dinero de la entrada. Los muchos años vividos allí habían conseguido que hasta la taquillera y el acomodador fueran ya para él como de la familia.
Podría haber sido el hombre más cinéfilo del mundo y sin embargo casi nunca había conseguido ver una película completa, es más había días que ni tan siquiera lograba sentarse en la butaca. De rodillas, y de espaldas a la pantalla, a tientas aliviaba necesidades urgentes.

lunes, 3 de mayo de 2010
Ataduras
A pesar de que los llantos y gemidos retumban por toda la estancia nadie parece escucharles. En sus caras se refleja la angustia ya que el sedante ha dejado de hacer efecto y ahora vuelven a sentir la opresión de las rígidas correas.
Aferrados a aquellas incómodas sillas, intentan rebelarse a pesar de que no tienen ninguna posibilidad de éxito. Después de más de una hora de suplicio les liberan de las ataduras para que puedan alimentarse. Tras ingerir aquel vomitivo puré, y aunque apenas pueden articular palabra, sus gemidos suplicantes se alzan en una sola voz: ¡Mamá, mamá!

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